Prometedme que la Moreneta no es andaluza

sardana

Estimado, o no:

Estoy empezando a preocuparme. Me siento como el protagonista de “El hombre invisible”. Poco a poco van desapareciendo las muestras de mi cultura y vivo con el miedo de que como catalán un día perderé toda muestra de corporeidad. He empezado a sospecharlo esta mañana cuando no se me ha abierto la puerta automática del supermercado. Inmediatamente he pensado: “claro, soy catalán y ni la puerta me reconoce”. Después he visto a un técnico repararla pero el susto me lo he llevado.

En estos años de atormentadas lecturas en Twitter he leído de todo: que Catalunya no es una nación, que el catalán es un dialecto, que el pa amb tomàquetlo inventaron los murcianos, que los panellets son mazapán… y ahora resulta que la sardana la inventó un tipo de Alcalá la Real, provincia de Jaén. En este alarde de catalanofobia consistente en negarnos todo, estaría bien que los miembros del club “me cago en los catalanes pero quiero que se queden en mi maravilloso mundo de bonhomía hispana” prometieseis que determinadas líneas no las vais a traspasar. Por ejemplo, la Moreneta. Tarde o temprano sacará la cabecita algún tuitero cariñoso que afirmará que la Moreneta apareció en una cueva de Jaén y que de motu propio decidió viajar a Montserrat para salvar las almas de los catalanes. Diréis también que los castellerslos inventó un tipo de Palencia que quería cambiar una bombilla del techo de su fábrica y pidió ayuda a sus empleados. Y en un alarde de imaginación, alguien afirmará que el ball de bastons lo inventó una brigada de antidisturbios de Valladolid en plena Edad Media.

El origen de la sardana es incierto. Cogerse de las manos y dar vueltas es algo que ha hecho el ser humano desde que que inventaron las bebidas alcohólicas. ¿O es que nunca has jugado a ver quién se cae antes? Los expertos afirman que data de épocas prerromanas y que quizás su origen está en la Antigua Grecia. Eso sí, la denominación de este baile como sardana aparece en el siglo XVI y las primeras citas concretas se encuentran en la publicación La Sardana de Joan Amades, que no era precisamente de Jaén. Quizás se pondría aceite de Jaén en su pa amb tomàquet pero ahí acaba su relación con Alcalá la Real.

Intento cogerme las cosas con humor. La vida es tan absurda que se agotan las soluciones para sobrellevar la miseria intelectual que inunda nuestros días. Sin embargo, hay situaciones que me empiezan a preocupar. La acción colectiva consistente en menospreciar cualquier muestra de cultura catalana y en negar todo signo de identidad propia para generar el marco mental de que los catalanes no somos nada sin España, empieza a convertirse en una enfermedad social. No voy a caer en el error de hablar de la Alemania de los años 30 (otro de los deportes de los demagogos pirómanos que vomitan bilis cuando acceden a Twitter). Pero esto no va bien, amigo. Esto no va nada bien. En fin, voy a bajar al supermercado. Espero que por lo menos la puerta me reconozca como cuerpo, porque como catalán ya veo que lo tengo bastante mal en esta “democracia ejemplar”.

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