TAGGEA’O TU NOMBRE EN LA PARED, EH

Estimado, o no:

Me encanta tu teoría. Si me permites, la voy a ampliar. La lengua catalana es una lengua románica del grupo de las neolatinas, nacida entre los siglos VIII y X en una parte de Cataluña, en la Cataluña norte y en Andorra. En resumen, en los territorios del Imperio carolingio que formaban los condados de la Marca Hispánica. 

Como sabes, un siglo antes, cuando aún no había nacido el castellano, los hoteles de la Costa Brava molaban mucho. En los chiringuitum aún se hablaba latín y para hacer el check in en la recepción debías decir: alea jacta est. A lo que el recepcionista te respondía: “el desayunum es a las ochum”.

Pues bien, un joven castellano que hizo la reserva en Booking decidió probar las bondades de la Costa Brava. Al llegar, descubrió que la rotulación de las tabernae estaba en latín y, como era de esos castellanos afines a Ciudadanum, decidió escribir un tuitum y promover una campaña para castellanizar con una lengua aún no creada todos los topónimos. De esta forma, evitaría que siglos después alguien tuviera la ocurrencia de llamar a su pueblo Palau de Plegamans. Aunque, como veremos después, no lo logró.

Y así, poco a poco, entre bañito y bañito, ese joven introdujo palabras como farmacopea, garambaina y limerencia. En poco tiempo, la gente se dio cuenta de que el castellano molaba más que el latín y empezó a usarlo como instrumento de comunicación en las redes sociales, que en aquella época eran los monasterios, lugar en el que nacieron los memes con forma de iluminaciones para los manuscritos. 

Más tarde nació Òmnium cultural, que inventó el catalán con la idea de crear discordia y mal rollo. Además, tenían la manía de subirse en carromatos para dispersar manifestaciones. A Palacio de plegamanos, se le llamó Palau de Plegamans. Se introdujeron lo que los nativos llamaron “pronoms febles” con la intención de complicarles la vida a los de Ciudadanum (que más tarde abandonó su nombre en latín para llamarse Ciudadanos). Y para que nunca supieran qué hora era, siempre quedaban para sus reuniones clandestinas a “dos quarts menys cinc de tres”. 

De esta manera, el catalán desplazó al castellano hasta ser una lengua extraña, en vías de extinción, perseguida. Yo, por ejemplo, aprendí castellano porque me apunté a un curso de guitarra de CCC y me regalaron otro de castellano. Pero la realidad es que en Catalunya la gente escucha canciones de Rosalía y no entiende nada:

Taggea’o tu nombre en la pared, eh.

O El Mal Querer en Times Square, ¿o qué?

Driving speed limit DGT, eh.

O quemando rue’a sin carnet, ¿o qué?

Pero gracias a tu educación monolingüe y a mi curso de guitarra, ambos sabemos qué dice esta canción, ¿no? Dime que sí, por favor. 

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