
Estimada, o no:
Para que veas la burrada estratosférica que has escrito, voy a cambiar el sujeto y las circunstancias a las que te refieres.
Munich. 1935.
Cuatro años antes, en 1931, las SS habían establecido una Oficina de Raza y Asentamiento para realizar “investigación” de razas. Después de su ascenso al poder, los nazis aprobaron las Leyes de Nuremberg en 1935. Estas leyes codificaban una supuesta definición biológica del judío. Los racistas nazis siempre consideraron a los judíos como enfermos mentales y físicos, algo así como manchas sobre el panorama genético de lo que ellos consideraban como raza maestra. Trataron de utilizar la ciencia para categorizar a los seres humanos, pero fracasaron. Eso sí, continuaron con sus teorías. Ya sabes lo del tonto y la linde.
El nazismo determinó la forma con la que se debía tratar a las personas en Alemania. Aquellas que los nazis identificaban como arias, recibían beneficios. Aquellas a quienes los nazis identificaban como no arios (incluidos, por supuesto, los judíos) sufrían de discriminación. Así, dividieron su mundo en un claro nosotros y ellos. Unos tenían beneficios, otros eran discriminados.
Imagina entonces qué derechos tenían los judíos en un hospital, por ejemplo de Munich, en 1935, qué amplio abanico de discriminación podían ejercer los nazis sobre otros seres humanos a los que previamente habían deshumanizado con teorías absurdas y leyes injustas.
Conozco la Ley de Godwin, que afirma que “a medida que una discusión en línea se alarga, la probabilidad de que aparezca una comparación en la que se mencione a Hitler o a los nazis tiende a uno”. Soy consciente de los peligros de banalizar el nazismo. Sin embargo, comentarios como el tuyo me generan una enorme desconfianza, especialmente teniendo en cuenta que tienes 35.000 seguidores en Twitter. Y es que estás proponiendo una clara discriminación: aquellos que hablen en castellano, tendrán atención médica inmediata y los que hablen en catalán, deberán cambiar de idioma si quieren no pasar por una lista de espera y que un funcionario público les haga caso. No sé qué tipo de sociedad imaginas, pero es fácil que tu entusiasmo por promover la discriminación lo extiendas a otros ámbitos de la vida: quien no hable en castellano, no tiene derecho a subsidios, a firmar préstamos bancarios, a bajas de maternidad o paternidad, a viajar en el asiento delantero del autobús… Las posibilidades de discriminación son infinitas, entre otras cosas, porque otros las imaginaron antes. Y es que, a lo largo de la Historia, diferentes colectivos se han sentido los elegidos, los iluminados, los ungidos por una superioridad moral lejos de los derechos humanos. Después, la obtención de poder a través del uso de la violencia o de imposiciones legales injustas les ha permitido crear infiernos donde debería haber convivencia. Se supone que la Ilustración sirvió para algo.
¿Qué quieres que les diga a mis amigos catalanohablantes que se sienten españoles y que no quieren la independencia? ¿Que en España hay personas que defienden la discriminación lingüística? ¿Que si tus opiniones encuentran eco en las futuras políticas de los gobiernos, ellos deberán renunciar a su lengua materna en beneficio del colectivo de los elegidos, de los iluminados, de los ungidos por una superioridad moral lejos de los derechos humanos?
Vivimos una época siniestra. Moralmente dispersa. Emocionalmente desequilibrada. Racionalmente errática. Vivimos una época en la que hay demasiados altavoces para los agentes tóxicos y poca posibilidad de defensa para aquellos que solamente queremos ser, con nuestra identidad, nuestro lugar en el mundo, nuestro punto de vista único e irrepetible y, por lo tanto, valioso.
Ya que hemos hablado de la Ley de Godwin, déjame que me refiera a la ley de la controversia de Benford: “la pasión asociada a una discusión es inversamente proporcional a la cantidad de información real disponible”. Ojalá contases con más información sobre todas aquellas épocas y todos aquellos colectivos que han promovido mil formas de discriminación. En un rinconcito de mi alma viejuna y cansada anida la convicción de que una vocecita interior te dirá que te has pasado mil pueblos, que la has cagado y que, en realidad, no sueñas con un paciente catalanohablante moribundo que deba cambiar de lengua si quiere ser atendido por su médico. Pero también hay otro rinconcito en mi alma viejuna o cansada en la que vive la sensación de que la maldad siempre estará presente en la sociedad bajo una enorme variedad de formas diferentes, esperando su momento, su lugar, para emerger y hacer todo el daño posible.
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