
Estimado, o no:
Vamos a viajar, pero no físicamente porque contigo solo me iría de viaje el 30 de febrero, sino mentalmente. ¿Has viajado mentalmente a otras realidades? Creo que todos lo deberíamos hacer cada día. Esta opción vital se llama empatía que, aunque parezca el nombre de una colonia del Mercadona, es en realidad una de las mejores herramientas para evitar los estereotipos y esa peligrosa consecuencia que es la marginación.
Para concentrarte mejor, cierra los ojos (no ahora, espérate a acabar el texto. Contigo prefiero curarme en salud y advertirte del hecho de que no se puede leer con los ojos cerrados y de que mi propuesta es una licencia poética).
¿Tienes ya los ojos cerrados? Ahora, ábrelos. ¿Qué tal? Estamos en el siglo XXI. En un solo instante tu imaginación te ha trasladado desde el siglo XVI, en el que vives, a un lugar en el tiempo en el que la sociedad se preocupa más de las libertades colectivas que de la posesión territorial. ¿Ves a algún tipo que vista como Hernán Cortés? Esa mujer a la que te has quedado mirando es Agatha Ruiz de la Prada. Que no te confunda. Pues no, no hay tipos que se suban a barcos para expoliar recursos naturales, imponer religiones o idiomas a poblaciones de otros territorios (excepto EEUU y algún que otro Estado, claro). Es más, los españoles sois los menos indicados para revivir una costumbre que sufrió una hostia con la mano abierta en 1898. Que no se os pase por vuestra cabecita la idea de reconstruir el imperio. Y es que os dio por invadir Puerto Rico y, como venganza, ha llenado vuestras emisoras de radio con canciones de reggeaton que contienen versos como éste: “la boca le huele a mitimiti, me da piqui, no suelta el peluche de Micky”.
¿Sabes cuántas veces aparece la palabra colonia en la Constitución española? Cero. Ninguna. A pesar de que la palabra territorio aparece diecinueve veces (y en su forma plural, en otras siete ocasiones) ni un solo artículo o disposición menciona la palabra colonia. En 1978 quedó claro que la única colonia que quedaba en el régimen neofranquista era el Varon Dandy.
Vuelve a cerrar los ojos. Estamos en el siglo XVIII. Denis Diderot, Jean Le Rond D’Alembert, Montesquieu, Rousseau, Voltaire… Estamos en la Ilustración. Luces del conocimiento y de la razón. El ser humano como centro del modelo social. Los derechos humanos como eje vertebrador de la convivencia. El contrato social; la separación de poderes; la lucha contra la ignorancia, la tiranía y la superstición. Ideas que inspiraron la Revolución francesa y la Constitución de EEUU. ¿Sabes cuáles son las tres primeras palabras en la Constitución del país de las barras y las estrellas? We the people. Nosotros, el pueblo. No menciona ningún territorio. No dice, “we, the owners of this land”. Habla del pueblo, de la gente. Y después se centra en los derechos y en las obligaciones de las personas que, una a una, forman una sociedad. Por eso, cuando en Twitter afirmas orgulloso que Catalunya pertenece a España, cuando hablas de territorio, no hace falta ser psicólogo para saber que en tu mente habita un mini Hernán Cortés, un colonizador tamaño llavero al que le importan de cero a nada los derechos de los catalanes, que solo le preocupa el territorio como a un perro le preocupa llegar cuanto antes al territorio de su pipí can para soltar equipaje.
We the Catalans. Eso es lo más importante para nosotros. Porque, no te equivoques, cuando Catalunya logre la independencia (no me preguntes cuándo), el territorio continuará en el mismo lugar. Lo que cambiarán serán sus fronteras administrativas ya que ningún señor hiperventilado de Quintanilla de Onésimo podrá tomar decisiones sobre “we the Catalans”. Es eso lo que reclamamos. No es un “we the Catalans but… who knows …”. Es un “nosaltres, el poble”. “El poble, la gent, d’un en un però formant un tot dins d’una soberanía compartida i decidida a través d’urnes. Avui, al segle XXI. We the Catalans”.
Evita unir verbos como pertenecer a sustantivos como territorio. Porque en los territorios habitamos personas y, que yo recuerde, ni un solo artículo de la Carta Universal de los Derechos Humanos menciona una que las personas pertenecemos a otras personas. Si quieres un esclavo sexual, ábrete una cuenta en Tinder y prueba suerte.
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