
Estimado, o no:
No era tan difícil. Se trataba tan solo de unir cinco palabras. Pero no de unir palabras como quien une mocos debajo de una mesa. Unir palabras para generar una idea dentro de unos ciertos parámetros de sintaxis que hagan comprensible tu texto sin la obligación de ser un experto en simbología como el protagonista de “El código Da Vinci”. Eran cinco puñeteras palabras. Ni siquiera eran seis porque el sujeto está elidido. En tu honor debo decir que has hecho bien en elidir el sujeto. Con seis palabras, la dificultad para que escribas sin un solo error convertía la empresa en un reto más difícil de superar que hacerle la Declaración de la Renta a Amancio Ortega. Vete a saber cómo podrías haber escrito “vosotros”. Tiemblo con solo pensarlo.
El tema es que en la escuela explican que hay dos partes fundamentales en una oración: sujeto y predicado. El sujeto indica quién realiza la acción o de quién se dice algo. El predicado, en cambio, describe la acción que realiza el sujeto o lo que se dice del sujeto. Y ahora viene lo que será toda una epifanía para ti. Notarás un cierto cosquilleo en el cerebro. Tranquilo, no será una idea original. Ese cosquilleo corresponderá a una revelación que un catalán, educado en el sistema educativo catalán, realizará sobre tu complicada relación con el lenguaje escrito. La revelación es que en el predicado siempre hay un verbo que concuerda en persona y número con el sujeto. ¿Qué? ¿Cómo te has quedado? Por ejemplo, si dices “yo coméis muchos Donuts”, es raro. Y no lo digo por lo hipercalóricos que son y lo bajo que tienes el tórax, sino porque el sujeto y el verbo están más divorciados que el campechano y la desaparecida. Podría haber sido peor. En un arranque de sintaxis alucinógena, quizás se te habría ocurrido escribir: “hoy follo y mañana fatatas”. El caso es que he introducido tu oración en Sintaxis.org y el resultado te sorprenderá:

Pero dejando de lado tu relación tóxica con el castellano, déjame que haga una breve reflexión acerca de lo que creo que has intentado decir. Quizás seré demasiado audaz, pero tengo la impresión de que la oración debía ser: “sois españoles, queráis o no”. Lo cual contiene el inquietante subtexto de que ser español es una especie de maldición medieval que te convierte en un apestado, algo adherido a tu piel como la seborrea o el tatuaje de un ñordo en la frente realizado en un momento de borrachera. Si nos hubieras espetado un “sois tontos, queráis o no”, habría pensado que era un insulto. Hubiese quedado claro que menospreciabas nuestra inteligencia y que, además, considerabas que era algo que iba más allá de nuestra voluntad, una especie de limitación intelectual irreversible, como cuando te quitas un preservativo e intentas volver a ponértelo. Pero decir “sois españoles, queráis o no” es como decir “lo sé, yo también soy español. Es una mierda. No me siento orgulloso, pero que sepáis que también lo sois vosotros. Chincha, chincha”. Por eso te recomiendo que no trabajes de creativo publicitario. Puedes acabar planificando una campaña para Hemoal con el eslogan “te picáis el almorrana quieras o no”.
P.D. Haz sitio en la estantería para el Pulitzer.

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