
Estimado, o no:
Me gusta el nombre que te has puesto en Twitter: “un ciudadano cualquiera”. ¡Qué bonito! Al parecer, “un mindundi” o “un tipo aburrido y gris” ya los usa quien votaba a UPyD (en el cielo de los losers descanse). Pero no estoy aquí para alabar tu buen gusto con los nombres porque, puestos a escoger, prefiero cómo llaman ahora al campechano: el VISAbuelo.
Te escribo desde esta preciosa zona del nordeste peninsular para saciar tu sed de conocimientos (la sed de cerveza que te la sacie el camarero que tienes delante. Porque para escribir lo que has escrito, o es con zumo de cebada, o resulta complicado hacerlo). Mira, joven padawan del supremacismo ñordístico, en catalán se escribe Catalunya y, en castellano, se escribe “dejadnos en paz de una puñetera vez”. También se puede escribir “no queremos ser españoles, superadlo” o “tate callao ya”. ¿Lo ves? Ha sido fácil. No hay nada como un “ciudadano cualquiera” que quiera aprender cosas para que este millonario en ironía y en pesimismo vital se decida a actuar en pro de la sabiduría panhispánica.
Pero no me quiero despedir sin desearte una feliz Navidad. Y es que desde aquí quiero hacer un homenaje a los cuñados que lleváis todo el año esperando a que lleguen estas fechas para soltar vuestras neurosis en cenas y comidas familiares (especialmente cuando el vino y el chupito os riegan las gambas en vuestras panzas cerveceras). Lo siento por vosotros. No es vuestro año. Ya sé que estáis haciendo gestiones para tocar lo que no suena al indepe de la familia o al votante de Podemos que se avergüenza de su primo facha, pero es que no va a ser vuestro año. Lo sabéis, ¿no? Las restricciones que se pronostican van a dificultar que ese lobby cuñadil intoxique las reuniones familiares con sus mierdas, sus obsesiones y su universidad de tertulias. Sin duda, lo mejor de este año para olvidar, será ese momento en el que el cuñado deba pelar el langostino esperando que alguien le haga casito. Me imagino cómo ese “ciudadano cualquiera” mirará a izquierda y a derecha y deberá resignarse a ver las mismas caras de siempre. Pero es que esas personas, acostumbradas ya a su brasa diaria, habrán realizado una especie de darwiniana adaptación al medio que les permitirá poder ver la tele tranquilas al lograr que las palabras del cuñado de turno sean sólo un murmullo sordo.
Pues eso, “ciudadano cualquiera”, feliz Navidad a ti y a todos los que necesitáis aprender a olvidaros de Catalunya. Ya sé que puede ser un proceso doloroso para quien ha vivido siempre pensando que los catalanes éramos de su propiedad pero peores cosas os ha pasado y las habéis superado sin demasiadas secuelas. Al fin y al cabo, os creísteis que caíais bien a María Luisa Seco, que Elena Francis era una mujer y que el bigote de Aznar era de fibra óptica.
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