Argumentos bobos

Estimado, o no:

Una de las grandes dudas que siempre me asalta sobre la democracia es si un político debe buscar votos a través de argumentos bobos para captar al electorado aficionado a los argumentos bobos o debe buscar votos a través de argumentos inteligentes para que incluso los aficionados a los argumentos bobos crean que es una persona inteligente. Quizás, en la mayoría de los casos, los políticos apuestan por una mezcla de ambas estrategias y sólo se trata de descubrir cuál es el porcentaje entre argumentos bobos e inteligentes y a qué obedece. Porque, si un político emplea un 95% de argumentos bobos, es posible que ese 5% sea su límite intelectual. Pero si un político adapta sus discursos en base a la cantidad de argumentos bobos que el electorado está dispuesto a asumir, quizás sea más inteligente de lo que parece a simple vista. Porque, no nos engañemos, los argumentos bobos impregnan el discurso político en todos los partidos, aquí y allá. Esto no es la Grecia clásica. Abascal no es Sócrates porque ni siquiera sabe que no sabe nada. 

Tu argumento es bobo. Si como dijo Groucho Marx, afirmas que “fuera del perro un libro es probablemente el mejor amigo del hombre, y dentro del perro probablemente está demasiado oscuro para leer” tu argumento no sólo no será bobo, sino que será divertido. Pero si afirmas que alguien que ha accedido al Grado de Medicina (que tiene unas notas de corte altísimas), ha superado seis cursos y 360 ECTS, y después ha hecho al menos dos años de MIR, es incapaz de aprender lo básico de una lengua románica como el castellano para entender a sus pacientes, estarás empleando un argumento bobo (que, eso sí, muchos te han comprado. Concretamente, los aficionados a los argumentos bobos del tipo “es la primera vez que tengo un gatillazo. La culpa es de Pablo Iglesias”). Pero es que, además, tu argumento tiene una segunda vertiente boba.

La vida en sociedad a veces se aboca a una confrontación de derechos. Y es que cuando unos derechos prevalecen sobre otros, porque que se ejerzan los dos a la vez es imposible, hay que determinar cuál es más importante. Si conduces un coche tienes en principio libertad de movimientos por determinadas zonas. Pero, ¿qué sucede cuando delante tuyo tienes un semáforo en rojo? Tienes que detenerte. Oh, es que tengo libertad de movimientos. Sí, cariño, pero es que en este momento, la persona que circula con el semáforo en verde en el cruce tiene un derecho que prevalece sobre el tuyo. Y tú tienes una obligación: pararte, tontolaba. Lo mismo sucede cuando se presta un servicio público. He estudiado medicina, soy el puto crack del mundo mundial, quiero ejercer en Catalunya pero no sé catalán. Qué injusto. ¡Meeeec! Argumento bobo. Porque lo que es injusto es que si un paciente te dice, crec que em fa mal la melsa, le metas el dedo en el culo porque te has confundido de órgano. ¡Eso sí es injusto!

En resumen: partes de un concepto equivocado. En el mundo de la medicina, no se ofrecen puestos de trabajo, se ofrece la posibilidad de dar servicio a otras personas y cobrar por ello. Y es que, precisamente, si hay un oficio que nace de la vocación de dar servicio es el de la medicina. Los pacientes catalanohablantes tienen el derecho de hablar en catalán en Catalunya. Ese derecho en la Patagonia no existe pero en Catalunya, sí. Y como tienen derecho a emplear el catalán para dirigirse a su médico, el médico tiene la obligación de entender qué le está diciendo su paciente. Y es que, en el caso de que el médico quiera ejercer en Burdeos, deberá aprender francés; en Milán, deberá aprender italiano y en Buenos Aires, no deberá estudiar ningún idioma porque en el siglo XVI unos señores con ganas de explotar recursos naturales y mano de obra barata montaron unas academias de castellano muy molonas llamadas “Aprende castellano, ya. Pero ya, capullo indígena”. Tu argumento bobo procede de ese sentimiento atávico de que algunos deben ser recibidos con alfombra roja, honores y fanfarrias por el hecho de ser muy españoles y mucho españoles. Ya sabes, ese argumento de que en tierra conquistada uno tiene derecho a todo y ninguna obligación. Como cuando uno se hace con el mando a distancia de la tele, la croqueta mejor cocinada o unas credenciales de posesión desde 1714.

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