Estimado, o no:
El ser humano tiende a hablar de lo que ve. Ya sé que lo que acabo de decir es de cajón pero, teniendo en cuenta que vivimos en el país en el que a robar se le llama ser campechano, hay que explicar las cosas despacito, pasito a pasito, suave, suavecito. Y es que no solemos hablar de lo que no vemos, a no ser que algún oscuro trauma anide en nuestro cerebro. Por ejemplo, a mí me gusta hablar de arte, de series, de cine, de libros, de fútbol, de viajes… Hablo de lo que veo. Pero no suelo hablar de la unidad de España porque:
a) nunca la he visto y
b) no acabo de comprender qué es: ¿una atracción sexual no resuelta? ¿Un chiste que nadie entiende? ¿Un anhelo que se obtiene a base de hostias y represión?
Prefiero hablar de lo que veo, de lo que tengo más cerca, de experiencias vividas. Hay una excepción en todo esto: también me gusta hablar del futuro, sobre todo en clave de esperanza. Me gusta imaginar, hacer planes, diseñar futuros en los que sentirme cómodo. Por eso me gusta también imaginar una República Catalana. Los argentinos, los peruanos, los bolivianos, los ecuatorianos, los cubanos y todos aquellos que un día se independizaron de lo que en el siglo XVI fue un imperio y ahora son rotondas y Mercadonas, también imaginaron ese futuro sin que un señor de Cuenca con bigote les dijera lo que tenían que hacer.
Por eso, vamos al tema de la carta. ¿De qué hablas tú? De pollas. ¿Y por qué hablas de pollas? La respuesta es lógica: porque es lo que ves cada día. Ya sea en vivo y en directo, o porque anida en tu subconsciente en forma de obsesión, te gusta hablar de pollas. Decía Freud que el subconsciente es la información que tenemos almacenada en la mente, a la cual no podemos acceder fácilmente y que suele contener miedos profundos, deseos reprimidos y experiencias traumáticas que, incluso de manera consciente, no nos gusta recordar. En resumen, tú tienes algo con las pollas. O las ves cada día en tu actividad diaria, lo cual me lleva a pensar que podrías ser proctólogo en modo enséñeme el pajarito, o estás obsesionado con ellas porque en tus sueños se te aparecen pequeños (o grandes) calvos de un solo ojo. No sé, chico, libérate. Hazte un psicoanálisis y que salgan todas las pollas a la vez. Que se conviertan en una excursión de penes cantando el famoso tema de los enanitos de Blancanieves. Hi-ho, hi-ho, a casa a descansar. Hi-ho, hi-ho, es hora de cerrar.
Pues nada, me despido con este simpático tema, en medio de tu ejército de enanitos de deseos reprimidos. Buenas pollas… digo… buenas noches.
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