Mi vida en Twitter @JavierR26675415

imbécil

Estimado, o no:

Una de las cosas más molestas de Twitter son los trolls. Para empezar, me cuesta diferenciar al bot, es decir, ese programa informático que realiza tareas repetitivas (como el campechano pero sin sexo), del desubicado emocional al que papá y mamá no dieron el suficiente cariño cuando era pequeño porque uno de ellos era alcohólico aunque, al final, lo dejara (el anonimato, claro) y el otro se alimentaba con programas de televisión basura y de ahí su tendencia al melodrama casero.

Yo no sé qué eres tú. Ni idea. Y es que en España hay 307.329 personas que se llaman Javier y 927.056 españoles que se apellidan Rodríguez. Si tecleas en Google las palabras Javier Rodríguez, te da 184.000.000 resultados en 0,66 segundos. Por otra parte, si subes la foto de tu perfil a la web tineye.com, realiza una búsqueda entre 41,5 billones de imágenes que da el mismo resultado que posibilidades tiene Froilán de presidir un Club de Lectura de Karl Marx (y sin Karl Marx). Por otra parte, veo que tu nombre en Twitter tiene muchos muchos dígitos. Concretamente, 26675415. Y como no creo que haya una persona tan tonta en este mundo como para poner el número de su DNI o las veces que piensa que este año tampoco mojará el clarinete, me inclino a pensar que eres un robot. Como un Roomba pero más maleducado y sin echar polvos. ¿Sabes qué pasa, chaval? Que estoy harto de que la gente me insulte, por ser catalán, por ser independentista o porque papá y mamá no le dieron los suficientes abrazos ya que uno de ellos se bebía hasta la colonia y el otro estaba más enganchado a la telebasura que Ellen Burstyn en Requiem for a dream. Y como prefiero pensar que eres un robot y no un desubicado emocional que insulta a la gente en las redes sociales, he decidido responderte en sistema binario en ese mundo de psicodramas que es Twitter.

Para acabar, aquí te dejo otro texto en binario para que nos podamos seguir moviendo en un entorno digital y para que entre humanos y robots no haya problemas. Recuerda sobre todo la primera ley de la robótica: un robot no dañará a un humano o, por no realizar una acción, permitirá que el humano sufra daño alguno.

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