Estimado, o no:
No me gustan los acertijos. Me parecen una enorme pérdida de tiempo, como que Froilán intentase sacarse el Graduado Escolar. ¿Para qué? Si su vida ya está solucionada. Saliendo del útero del que salió, ya tiene los gastos pagados para todo lo que le queda de dar vueltas desorientado por el planeta. En todo caso, ya que tu ingenio me ha puesto a prueba, voy a intentar descifrar el enigma Cayetano de hoy.
Empecemos por la primera p con cuatro puntos suspensivos (yo te diría que te sobra uno y te falta un hervor). Tratándose de mi madre (ya fallecida, por cierto) yo diría que la palabra en cuestión puede ser: pacífica, participativa, pedagógica, pensativa, perdurable, perenne, perfeccionista, perseverante, perspicaz, persuasiva, políglota, positiva, pragmática, precisa, progresista, protectora, próxima, pulcra o puntual. También con otras letras podría decir que era sensata, ingeniosa, simpática, irónica, inteligente, catalanista, republicana, cariñosa… Podría decir muchas cosas sobre mi madre y todas buenas. Sí, usaba bragas, como todas las mujeres. Espero que lo que te acabo de decir no suponga una epifanía muy dolorosa para tu prepúber mente, teniendo en cuenta que tu educación sexual procede de una mezcla de libro de naturaleza y papel higiénico en la mesilla de noche.
La segunda p, no me ofrece ninguna duda. Te refieres, obviamente a la polla de un Cayetano. Lo que sucede es que no hace falta ser psicólogo para ver que te han ocurrido dos cosas:
- Te escondes en el anonimato para soltar idioteces (lo cual aún genera ciertas esperanzas sobre la calidad de tus sinapsis, ya que si un día sales del anonimato, quizás te cruces con alguien con ganas de complicarte la vida y se abra la caja de galletas en tu cara con la suficiente intensidad como para que montes un supermercado).
- Aún escondiéndote en el anonimato, ni siquiera eres capaz de acabar las palabras que Mamá y Papá te han ordenado que no digas, con la finalidad de que todo el mundo crea que eres un niño bien peinado, con el jersey sobre los hombros, que cambia los infinitivos por subjuntivos, en medio de unos cuantos “o sea” y jerseys de cocodrilos. Freud te diría que tienes un ello que está en conflicto con tu yo y tu superyó. Te lo traduzco. Mamá y Papá te han dicho que en el club de golf, en la misa de las doce y cuando comes churros en el Retiro y das de comer a los patos, te debes comportar bien, que se note que vas a un colegio de pago. Ahí tienes el superyó: niño de las nuevas generaciones del PP que se empalma igual que el hijo de un obrero pero que debe reprimir sus impulsos sexuales por miedo al qué dirán los Borjamaris y los padres y madres de los Borjamaris, las Palomas y las Victoria Eugenias. Nadie dijo que ser un Cayetano reprimido fuese fácil. Pero después está el ello, con sus pulsiones y sus deseos, la llamada de la selva, lo transgresor, las palabrotas… Uh… ¡ha dicho polla! Y al final, el yo hecho un lío. Casto, peinadito, amo a Laura con piernas, el Opus Dei como guía espiritual y Madriz como inicio y final del viaje biológico. Pero después, el niño se mete en Twitter y se vuelve un rebelde. Y se atreve a escribir p…. (con cuatro puntos suspensivos) y p… (esta vez, con tres puntos suspensivos). ¡Oh! ¿Has visto a Cayetano? ¡Oh, qué fuerte, qué fuerte! ¿Sabes? ¡Ha escrito p….! Y como en Madriz tenéis querencia por el laísmo, pensarás: ¿la ofrezco a Piluca este tuit para que vea cómo soy de valiente?
En fin, sólo me queda aconsejarte que te sueltes, que gane alguna vez el superyó (he dicho superyó y no Pocoyó, que conste). Por cierto, me sorprende que hayas escrito bragas y no br… Vas al límite, chaval. Pero si tantas ganas tienes de soltar idioteces, da la cara. Firma tu obra. Shakespeare, Cervantes o Tolstoi lo hicieron. Quizás fue así porque se sintieron orgullosos de su obra. Y es que queda claro que se puede sobresalir del resto a través de la inteligencia o a través de la estupidez. Quizás en algún momento de tu vida lo entiendas comiéndote una galleta. O dos.
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