Diari d’un confinat. Capítol 26. Carta a Díaz Ayuso

diaz

 

Estimada, o no:

A lo largo de la vida almacenamos imágenes en nuestro cerebro. Las llamamos recuerdos pero también podríamos referirnos a ellas como “cápsulas de vida”, “instantes que molan” o “si inventan un Instagram de recuerdos, lo tenemos chungo”. En todo caso, nuestro cerebro es un almacén de imágenes con capacidad para mostrarlas cuando menos lo esperamos. He visto tu portada en El Mundo y es evidente que provoca de todo menos indiferencia. Lo que me ha sucedido es que me he reído. No por la calidad de la fotografía, que es magnífica, sino por el mensaje que intentas trasladar con ella. Subyace el deseo de que te contemplemos como una mártir. Las manos cruzadas en el pecho como si quisieses reprimir el dolor; el claroscuro tenebrista en modo Caravaggio o Ribera ; la mirada que apela al espectador, una mirada triste; el rostro enjuto en señal de penitencia; el vestido negro, de luto, sobre un fondo también negro… el ciclo cristiano: pecado, culpa, perdón, penitencia, redención… Impresionante. Felicidades al fotógrafo por su capacidad para plasmar todo esto en una fotografía y a ti por cachondearte del mundo.

Como te decía, durante nuestro recorrido vital almacenamos imágenes en nuestra mente. Quizás esa colección de instantáneas, de recuerdos, constituya el auténtico valor de nuestra vida. Quien no se ha movido de su barrio, quien no ha llenado su vida de películas, de viajes, de nuevas relaciones, de museos y, en definitiva, de experiencias, es probable que posea una colección de recuerdos recurrente, reiterativa, de días que se parecen demasiado a otros, de superficialidad monótona, anclada en el tiempo como un borracho en la barra del bar. Pero a la que uno haya vivido un poco, sólo un poco, es capaz de reconocer imágenes que ya ha visto, una especie de iconografía sentimental de déja vus con vocación de mantenerse en el tiempo. Digo esto porque estoy seguro de que muchas personas habrán sacado de su cajón de recuerdos, otras imágenes relacionadas con tu fotografía. En mi caso, he visto a Antígona, aquél personaje de Sófocles, símbolo de la rebeldía, que lucha porque su hermano Polinices sea enterrado y a la que no le importa convertirse en una mártir a causa de sus potentes convicciones.

También he visto a ese personaje de “El acorazado Potemkin” que clava en las pupilas del espectador un grito desesperado en medio de la tragedia que está contemplando. Y, cómo no, en la mejor tradición española, he visto las pinturas de Murillo, la Dolorosa, la Magdalena Penitente, esas miradas de súplica contenida, de dolor reprimido. Brutal.

Y en el subtexto de todo, el reflejo de una manera de hacer política basada en creer que somos idiotas, en apostar porque la población no sea capaz de percibir esta pornografía sentimental como una agresión a su inteligencia. Quizás sí, quizás seamos idiotas, quizás hayamos sumergido nuestro pensamiento crítico en una marmita de somníferos, como hubiese hecho Obelix en un acto de rendición ante los romanos. O quizás no, quizás cuando esto acabe, la única solución será echaros del espacio público, abandonar toda señal de infantilismo y apostar decididamente por el crecimiento como sociedad. Y no me refiero sólo a España. Es una enmienda a la totalidad, a un sistema que no acaba de funcionar.

Cuando pasa algún libro de Historia por mis manos, siempre me pregunto si los que vivieron esos hechos eran conscientes de la mierda en la que estaban inmersos. Es evidente que en las guerras y en las grandes tragedias, ha debido ser así. El presente, al final, es el puente entre un pasado y un futuro, y aunque el futuro siempre se apellide “incierto”, el pasado es relativamente fácil de recordar. Lo que sucede es que la decadencia de las sociedades en ocasiones se mueve con lentitud y a simple vista ese deterioro es inapreciable. Sólo el tiempo, la lejanía de los hechos, permite analizar una época con acierto. Aún así, creo firmemente que España está en una clara decadencia, que la famosa transición fue una procrastinación pactada por las élites, que esas élites siguen ahí, que este país aún continúa inmerso en traumas freudianos colectivos, que el modelo económico resulta frágil y que el futuro, no sólo es incierto, sino que parece dirigirse a un hostión catastrófico. Y después estáis muchos, demasiados políticos, mediocres, inútiles, con la extraña capacidad de generar muchos más problemas que soluciones, ególatras, mesiánicos y adictos a la propaganda más vulgar.

En fin, regreso al arte, el último de los refugios. Porque, que te quede claro, prefiero las miradas de Murillo, que un chiste malo con forma de portada.

Prometo fer-te riure si em segueixes a les xarxes socials:

logotw Twitter

 https://twitter.com/blogsocietat

1024px-Instagram_logo_2016 Instagram

https://www.instagram.com/ribes.a/

UnknownFacebook 

https://www.facebook.com/blogsocietat/

youtube

https://www.youtube.com/user/ipsics4

Compra el meu llibre:

poster