Estimado, o no:
Efectivamente, soy un catalán dispuesto a darte lecciones gratis de castellano. “Qué crecidito” se escribe con tilde diacrítica ya que se trata de una exclamación. De esta manera, se puede distinguir de dos homógrafos átonos: el relativo “que” y la conjunción “que”. Ambas palabras se escriben igual pero tienen funciones diferentes, como la palabra capullo. No es lo mismo ser una flor en proceso de crecimiento y tener vocación de belleza, que un tuitero con problemas de autoestima y mostrar vocación de zurcefrenillos, que no es un pueblo de la España profunda, sino algo parecido a un estado mental.
Lo que me resulta curioso de tu tuit es lo poco que dominas los imperativos. En españolazos acostumbrados a ganar guerras civiles en su imaginación, cada día durante los últimos ochenta años, debería ser fácil escribir bien los imperativos. Y es que, cariño, se escribe “follad”. Es imperativo. Y también necesario. Además un día descubrirás que es gratis. El infinitivo déjalo para cuando quieras escribir poesías y no sepas encontrar rimas: “como no sé escribir, porque tampoco sé vivir, prefiero dormir y así poder gruñir”.
Cambiando de tema, o no, debo confesarte que tengo una relación de amor-odio con las redes sociales. Por una parte, me divierten. Son una oportunidad de alejarse de las fuentes de información oficiales y de los relatos oficiales. Muerto el periodismo, y en un caos de mentiras, verdades a medias, intereses mediáticos, políticos y económicos, nos queda el ingenio colectivo, el humor como escapismo a tanta decadencia ideológica. Por otra parte, las redes sociales son una ciénaga donde los capullos de la clase, que en una sociedad inteligente se lamerían las heridas en el anonimato de una vida mediocre, cuentan con un altavoz para verter su porquería mental. Nadie nos pide que opinemos y nadie nos exige que nuestras opiniones se basen en un proceso de profunda reflexión personal. Y como nadie nos lo exige, debería ser nuestra inteligencia la que nos dijera qué debemos decir y qué debemos callar. Quizás un filósofo hable de la conciencia como esa voz interior que nos dicta lo que está bien o lo que está mal. Yo lo que creo es que no puede haber conciencia sin inteligencia. Exigir responsabilidad moral a un individuo que a duras penas puede hacer a la vez dos operaciones mentales, como son coger el móvil con una mano y escribir con la otra, se antoja algo ingenuo.
De todas maneras, creo que las redes sociales cumplen una cierta función social. Toda sociedad genera un excedente de ira, de frustraciones, de bilis. Y ya se sabe que a los productos tóxicos no siempre se les da un tratamiento que los haga ecológicamente sostenibles. Por eso, mientras tipos como tú vuelquen sus carencias y sus frustaciones en Twitter, en vez de amargar a personas de su entorno, bienvenidos sean los 280 caracteres. Tanta rabia, tanto odio, tanta indigencia intelectual, tantos anónimos berreando estupideces, tanto mermado convirtiendo los miles de años de conquistas culturales en una cruel broma se deben depositar en algún sitio. Así, durante años se ha depositado en campos de fútbol, en la privacidad de hogares que son un infierno o en la política, siempre dispuesta a dar demasiado poder a los idiotas vocacionales. Por eso, te animo a que escribas muchos tuits, a que vomites tus carencias mientras agredes a la ortografía. Porque mientras agredas a la ortografía, no agrederás a nadie. Y eso sí constituye una buena labor social.
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