Abirra España

Estimado, o no, Ejército:

Estuve un año en vuestra institución, obligado por unas leyes injustas, y debo decir que me enseñó mucho más “El libro gordo de Petete” que vosotros. No me aportasteis nada, no me disteis valores y no aprendí más que a pasar el tiempo con el menor tedio posible. Jamás recomendaría a ningún joven que ingresara en el Ejército y prefiero teneros lo más lejos posible. Aclarado esto, sí que debo admitir algunas conductas que me llamaron la atención: arrestar garitas, la afición del cura del cuartel a llegar a las tres de la madrugada y a que sus fotos privadas se revelaran con el dinero del Ejército, los desayunos tan largos de los mandos en la cantina y las siestas de mediodía de los suboficiales en su residencia. Precioso, en serio. Eran los años 80 y supongo que las hombreras, la laca en el pelo y las canciones de Mecano hicieron mucho daño.

Lo que me ha sorprendido ahora es que os relajéis mirando botellines de cerveza. Cuando tanta gente se relaja mirando series en Netflix, pinturas en museos u obras de teatro, ahora llegáis vosotros, os plantáis en la terraza de un bar de Vilafranca, y os quedáis mirando unos botellines de cerveza sin llegar a probar el manjar de cebada, espumoso y fresquito. Si al perro de Pavlov le gustaran las birras estaría allí plantado, salivando como un niño en una pastelería. Sin embargo, vosotros preferís mirarlas mientras entabláis conversación con vuestros compañeros. Interesante.

Hace tiempo vi un programa de televisión danés que se llamaba Blanchman. Se trataba de un programa machista, asqueroso y denigrante en el que dos tipos mantenían una conversación mientras delante suyo tenían a una mujer desnuda. Me imagino que es lo que hacéis pero con una birra delante. ¿Comentáis sus curvas, la sensualidad de sus burbujitas, el descenso lento de las gotas de agua que resbalan por su envase hasta formar un círculo húmedo en la mesa? No sé, probaré a hacerlo con mi té Earl Grey. Prometo ponerle carita de interés y experimentar algún tipo de atracción cuando lo vea humear y su aroma me llegue a la pituitaria. Mmmmm… Earl… Grey… Cincuenta sombras de Earl Grey…

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