El DNI y la mugre de las uñas

DNI

Estimada, o no:

Una de las frases preferidas de algunos españoles, además de “me voy a echar una siesta, si llama mi jefe dile que he salido”, es la de “mira tu DNI”. Me imagino la cara de satisfacción cuando lo dicen. Quizás hasta piensen que son originales, como cuando Tejero dio un golpe de Estado en un país al que si algo le sobran son golpes de Estado.  Creo que se ha reflexionado poco sobre esa frase y, sobre todo, acerca de la identidad.

La identidad es un conjunto de características propias de una persona o un grupo y que permiten distinguirlos del resto. También es la concepción que tiene una persona o un colectivo sobre sí mismo en relación a otros. De alguna manera, existimos a través de la mirada de los otros y, por esta razón, cuando los adolescentes tienen la epifanía de que son individuos únicos e irrepetibles, se inicia la desesperada búsqueda de una identidad. La ropa, la música, sus aficiones, el sentimiento gregario de pertenencia a un grupo van forjando una identidad que muchas veces se rompe al alcanzar la madurez. Y digo “muchas veces” porque hay adolescentes de cincuenta años que hacen de Peter Pan una burda copia de ellos mismos. Hola, Álvaro de Marichalar.

Hay diferentes tipos de identidad: la identidad cultural, la identidad de género, la identidad nacional… Todas conforman de una manera u otra nuestra identidad personal, esa concepción que tenemos de nosotros mismos en relación al resto de personas. La identidad personal nos pertenece, es nuestra, hay características que son fruto del azar (como el nacimiento) y otras que pertenecen a nuestra libertad, a las elecciones que hemos ido realizando a lo largo de la vida. Ningún idiota tiene derecho a cuestionarlas.

He mirado el DNI. Está mi nombre, mis apellidos, mi lugar y fecha de nacimiento, el nombre de mis padres, dónde vivo y un número que tendré asignado durante toda mi vida. También hay una foto pero mejor no hablar de ella porque parezco del Comando Nafarroa. Y una firma, que en teoría sólo se hacer yo, pero que gracias a esa maquinita con la que te hacen firmar, podría haberla hecho un gorila con ansiolíticos en su corriente sanguínea. Al final, el DNI es un trozo de plástico, que tanto permite hacerse unas rayitas en una noche de bajón electoral, como quitarse la mugre de las uñas. Por eso tampoco conviene sobrevalorarlo tanto.

De todas maneras, cuando uno de los DNI fans nos dice que lo miremos, lo que trata de explicar su equipaje de frustraciones vitales es que somos españoles y eso no se puede cambiar, te guste o no te guste. Sí, tienen ese don de gentes y habilidades comerciales. Qué le vamos a hacer.

La identidad nacional es un sentimiento identitario a nivel individual o colectivo basado en la pertenencia a un estado o nación que pueden llegar a abarcar distintos aspectos como la cultura y la lengua.Y aunque no todo el mundo estará de acuerdo, no siempre está relacionado con el lugar de nacimiento. Como dicen algunos vascos: los vascos nacemos donde nos da la gana. También lo podemos extender a los catalanes, o a los murcianos, o hasta a ET si se hubiese quedado con Elliot en Estados Unidos. ¿Por qué no? Ahora estaría gordo de comer hamburguesas.

Lo que sucede es que, en mi opinión, España tiene una grave crisis de identidad, lo que convierte el DNI en una broma. ¿Cuál es la identidad española? He oído muchas veces por parte de los DNI fans que el catalán es un dialecto. Los más sofisticados la llaman lengua local. Muchos políticos insisten en la idea de que la inmersión lingüística es un desastre. Por cierto, no sé si se dan cuenta de que Juan Antonio Bayona, los hermanos Gasol, los hermanos Márquez o Rosalía tienen un enorme éxito internacional y se educaron en la escuela catalana. Además, cuando estos triunfadores cosechan éxitos, en seguida se les etiqueta como españoles. De hecho, la rapidez con la que los españoles se apropian de los éxitos de los catalanes es directamente proporcional a los decibelios que emplean cuando fracasan. También he oído decenas de teorías sobre la historia de Catalunya que se podrían resumir en un “Catalunya nunca ha sido nada sin España”. Es como si nuestra identidad, la de todos los pueblos que nos han visitado, las de las tradiciones propias, las de una lengua milenaria, se hubiese difuminado en un gran lienzo llamado España pero, al mismo tiempo, como si hubiesen dejado de formar parte precisamente de España. El gato de Schrodinger, en su spanish version. Sé que cuesta de entender pero eso es precisamente lo que me deja fuera de juego en la concepción sobre lo que es España. Se nos repite hasta la saciedad que los catalanes somos españoles, pero al mismo tiempo se desprecia nuestra identidad. ¿No sería más sensato sumar las diferentes identidades, sensibilidades, lenguas o costumbres para formar un todo más potente? ¿A qué viene ese menosprecio atávico a todo lo que no se comprende y, sobre todo, a las identidades periféricas? ¿Por qué ese extraño sincretismo que pretende construir una identidad nacional basándose en la expulsión de pequeñas identidades nacionales, cuando debería estar basada en la suma armónica de todos sus elementos?

Miro mi DNI y veo confusión. España es como un adolescente en su habitación de adolescente, discos con diferentes tipos de música tirados por el suelo, ropa en perfecto desorden, papel higiénico en la mesilla de noche (otro día hablaremos de su uso) y la soledad de alguien que quiere ser y no sabe cómo. Yo me siento expulsado de esa habitación. Quizás porque haya aspectos de mi identidad que ya tengo muy definidos. Otros espero que me los vaya dando la vida y la infatigable capacidad para la sorpresa. Y sí, me puedes decir que mire mi DNI durante horas, pero mi identidad nacional no coincide con la tuya. No es mejor, ni peor. Es diferente. Y es que, si te fijas, en mi DNI hay más datos sobre mi identidad que el dato de la nacionalidad. Además, hay algo que me avisa de que el DNI es igual de finito y de volátil que la vida: su fecha de caducidad. Por eso, si en un alarde de imaginación me preguntas: ¿qué pone en mi DNI?, te diré que caduca.

Por cierto, en el apartado de mi DNI en el que pone sexo hay una M. Me encantaría que la M fuera de Mucho pero, al parecer, es de Madurointeresante. Ejem, ejem… Final truño. Prometo que el próximo artículo tendrá un final feliz, pero sin masajistas que fuman y te hablan de tú.

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