Estimado, o no:
El ombligo es una de las partes del cuerpo más infravaloradas, como el páncreas, la vesícula biliar o el transverso profundo del periné. Miles de canciones hablan del corazón cuando tratan el tema del amor, del cerebro si el tema es la inteligencia o de los testículos si… bien pensado, no hay canciones que hablen de los testículos pero si cientos de documentales en internet. Lo sé, quizás no son documentales en stricto sensu pero suelen ser pedagógicos. Y siempre empiezan con un coche aparcando en una mansión con piscina, que es algo interesante.
Lo que te decía, el ombligo es una zona muy ignorada del cuerpo. Y eso que tiene un sentido simbólico indudable. Se trata del conector que nos unía a nuestra madre, como el cargador del móvil, pero con una carga un poco lenta de nueve meses. El ombligo está ahí aunque su visión puede resultar complicada cuando tienes el tórax bajo (es decir, cuando estás gordo). De hecho hay barrigas que tienen un ombligo tan profundo que hace años que no llega la luz al fondo. Se habla de que nuevas especies se han adueñado de la zona creando ecosistemas a los que no ha llegado ninguna cámara del National Geographic. Existe la leyenda urbana de que un reportero murió intentando acceder al ombligo de Kiko Rivera en sus años más rollizos. Es decir, siempre.
El ombligo acumula tanta pelusilla que algunos han llegado a levantar grandes multinacionales de colchones con ella. En verano podrás observar a niños jugando en el interior del ombligo de sus padres en la playa, con colchonetas hinchables incluso. Lo que sucede es que, a pesar de que el ombligo no forme parte de canciones, documentales o programas políticos, nos pasamos el día mirándolo. Nos miramos demasiado el ombligo y eso nos lleva a pensar que nuestro ombligo es el centro del universo, el Km 0 de las carreteras, el lugar desde el que se produjo el Big Bang. Y eso no es cierto. Tu ombligo no es el centro del universo. Es el mío. ¡A ver si voy a ser menos que tú por el hecho de saber decir la frase setze jutges d’un jutjat mengen fetge d’un penjat. Si el penjat es despenja, es menja els setze fetges dels jutges del jutjat que l’han penjat! ¡Inténtalo!
Jo, per exemple, soc català. I m’agrada que els catalans parlin en català quan vulguin sense que cap melic-cèntric hispañordo qüestioni ni durant un segon el seu dret a parlar en català, ja sigui un científic, un escriptor, un forner o un jugador del Barça. Els catalans tenim tot el dret del món a parlar en català. Tot. A Catalunya, sempre i en qualsevol ocasió. Tenim dret a parlar en català per comprar, per demanar que ens portin una mica de formatge (tot i que considero el formatge una mena de Boateng de la taula, ocupa espai però fa nosa), per fer teatre o cinema, per somiar en veu alta, per parlar als gossos, pel que ens surti del nostre melic català bufó perquè nosaltres també en tenim un de ben maco.
¿Que querías celebrar la indudable calidad literaria del último párrafo pero que como está escrito en catalán no te has enterado de nada? Te voy a decir lo mismo que me gustaría decirle a todos los policías que, con una porra en la mano delante de un anciano al que golpean sin misericordia, alguien les tenía que haber dicho cuando se dieron cuenta de que no harían nada más en la vida: haber estudiado.
You must be logged in to post a comment.