Sillones orejeros, muros de cristal y coscubielas

coscu

Estimado, o no:

Hay un mueble que hasta IKEA ha incorporado en su mundo de diseño “móntatelo tú mismo aunque sepas que te van a sobrar tornillos”. Me estoy refiriendo al sillón orejero. Personalmente me parece tan antiguo como el PSUC, aunque más auténtico que muchos de los que militaban en ICV (guiño de ojo). El sillón orejero es el mueble perfecto para que el abuelo de la casa aparque su reúma y explique batallitas. Se antoja imposible que un anciano relate historias de la Guerra Civil o del franquismo en un ultramoderno sillón RÄANE de IKEA (entre otras cosas porque, después, a ver quién es el guapo que lo levanta). En un sillón orejero la memoria se mezcla con la imaginación en un ejercicio de introspección y de psicoanálisis. Así, al abuelo se le aparecen dos posibilidades: glorificar el tiempo pasado en un ejercicio de nostalgia o lamentarse del tiempo vivido, a la vez que anima a las posteriores generaciones a no repetir los mismos errores. De alguna manera es lo que diferencia al pensamiento conservador del progresista.

La nostalgia del pasado para reafirmar el presente es una práctica de mediocridad intelectual. El pasado es el que fue, el presente es el que es y el futuro es, en gran medida, lo que queramos que sea. Y cuando el abuelo desde el sillón orejero impone un muro de cristal con la excusa de “no te quejes que lo de antes era peor” está castrando miles de posibilidades futuras. Es algo que no soporto y menos cuando viene de una generación fallida como la tuya (y también la mía). Nos comimos la Constitución con patatas, más de ochenta años después los franquistas siguen ganando la guerra y la izquierda española alaba los discursos del rey. Menos lecciones, Joan. Menos lecciones.

¿No es lícito querer parecerse a otros países en materia de derechos sociales? ¿No es lícito luchar para que se respeten pactos sociales como el de la inmersión lingüística en la escuela catalana? ¿No es lícito elevar la voz cuando año tras año ves perjudicada la inversión en educación, sanidad o infraestructuras por culpa de una redistribución injusta de la riqueza? ¿No es lícito plantearse que fuera del Estado español hay más posibilidades de construir un futuro menos injusto? Pero ahí está el muro de cristal, el abuelo 2.0 que cree saberlo todo y que desde el metafórico sillón orejero escribe tuits para advertirnos que antes estábamos peor; que no nos movamos porque no saldremos en la foto de la Disneylandia rojigualda; que no protestemos, que nos quedemos en casa, para que manden los de siempre, para que los que tienen la paguita no la pierdan; que las cosas no cambian, que ya estamos bien, que no seamos ilusos, que las utopías las carga el diablo, que son cuatro días y que para qué perder el tiempo en imaginar futuros mejores si siempre habrá sillones orejeros en los que planchar la ídem y anunciar fracasos colectivos con la excusa de que cualquier pasado fue peor.

Intentaré que mi vejez no conozca un sillón orejero. Pondré todos mis esfuerzos en no agarrarme al pasado para dar sentido a mi vida. Evitaré sermonear a las generaciones futuras porque bastante tendrán con sobrevivir a las cenizas de mis fracasos. Y sobre todo, no buscaré coartadas en la memoria para imponer muros de cristal. Ojalá lo consiga.

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