Klu Klus Klan es el sonido de una cacerola cayendo por una escalera

KKK

Estimado, o no:

Las palabras nos permiten entender el mundo. Son el mejor vehículo para podernos comunicar con otras personas. Y si queremos construir una sociedad basada en las certezas y en la que la verdad sea la verdad y no un subterfugio de pequeñas mentiras convertidas en norma a fuerza de repetirse, es necesario ser muy rigurosos con las palabras. Por ejemplo, un referéndum no es un golpe de Estado. No lo es. Un golpe de Estado supone tomar el poder político de un modo violento vulnerando las normas legales de sucesión en el poder vigente. Un referéndum, en cambio, es un procedimiento jurídico por el que se somete a votación popular una cuestión importante. Y es que comparar una pistola con una urna, es como comparar a Mozart con Bertín Osborne. Pero claro, si todos a una repiten el mantra, al final la mentira adopta el aspecto de una ley escrita en piedra.

Estos días estamos viendo cómo, desde diferentes ámbitos, la extrema derecha se ha convertido en España en el “centro-derecha”. No existe la extrema derecha. No hay ultras. Todos son Teletubbies que se abrazan en perfecta armonía con el cosmos. De repente, ya no hay supremacistas blancos, ni homófobos, ni catalanófobos, ni xenófobos, ni misóginos, ni franquistas, ni racistas. Son de centro-derecha. El detergente político-mediático los ha transformado en una sábana blanca recién salida de la lavadora. Los fascistas huelen a limpio, a aroma de pino con un toque floral.

Pues sí, amigo, el KKK es de extrema derecha y uno de sus miembros ha felicitado a VOX (KKKVOX es lo que escribes cuando te duermes encima del teclado). Y es que cuando eres supremacista blanco, odias a los extranjeros, actúas como un misógino, demonizas otras religiones, metes tu cabezota dentro de una capucha blanca, quemas cruces y matas a personas, eres un facha. Yanqui, sí. Pero facha. Aficionado al béisbol, a la Superbowl y a la comida basura, pero facha del copón.

Vayamos, eso sí, al quid de la cuestión: ¿qué es un facha? Más allá de cuestiones estéticas, más o menos patéticas, más o menos pasadas de moda, cabras que desfilan disfrazadas o gente que concede más importancia a los 40 gramos de los testículos que a los 1200 del cerebro, lo que importa es la ética. Nulla aesthetica sine ethica. Un facha es un ser antropomórfico empeñado en la construcción de un mundo basado en la aniquilación de la disidencia. No es alguien que apoye la construcción de sociedades diversas, plurilingües, multiculturales, inclusivas y abiertas, aunque se deba dialogar con la complejidad. Un facha es alguien que pretende que seas tú el que se adapte a su pensamiento monolítico. O conmigo o contra mí. Yo soy el que pone las reglas del juego, el tablero, las fichas y decido cuándo se empieza a jugar y cuándo termina la partida, porque para eso soy… yo. Y si no te gusta, te callas, agachas la cabeza, miras baldosas y me das las gracias por dejarte vivir (al fin y al cabo, es mi día bueno). Porque mientras unos defendemos los espacios públicos como lugares de debate en los que la libertad sea la fuente de inspiración y los derechos de unos sean las obligaciones de otros y viceversa, los fachas defienden el yoísmo: yo, yo y después, yo. Y cuando el facha dice yo, lo hace desde el solipsismo más vocacional: el mundo existe porque él existe y tú, disidente, eres un efecto óptico sin derecho a respirar. Y muchos yos, acaban siendo nosotros y cuando hay nosotros, hay unos ellos que hay que perseguir, porque sí, porque me caen mal, porque no me mola el color de su piel, o con quién se acuestan, o porque hablan raro, o porque no entiendo lo que me dicen, hombre ya, que no tengo el graduado escolar.

Por eso, hay que ser rigurosos con las palabras. La extrema derecha es la extrema derecha, aquí, en Texas, en Alemania o en Springfield (sólo que en Springfield son amarillos como los Simpson).

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