Que te escuche no significa que me caigas bien

que te escuche

Nuestro protagonista había llegado a una conclusión muy clara: no quería convencer a nadie. Prefería dedicar sus energías a otras actividades. Pensaba que esforzarse en argumentar sus opiniones para convencer a los demás era una tarea que no le reportaba ninguna satisfacción. ¿Qué lograba invirtiendo tiempo y creatividad en convencer a nadie de que lo que pensaba o sentía tenía que hacerle cambiar de opinión? De hecho, había llegado a pensar que los intentos consistentes en provocar un cambio de opinión en alguien solamente podían obedecer a dos razones. La primera era conseguir algo de esa persona, que su cambio de opinión respondiese a una función meramente utilitarista. El equipaje de nuestro protagonista era pequeño. Viajaba con poca cosa ya que la vida le había enseñado a desprenderse de lo accesorio para conservar únicamente lo esencial. Intentaba pedir pocos favores, intentaba no deber nada a nadie. Por lo tanto, y aún teniendo la necesidad de expresar opiniones y de verbalizar cuál era su punto de vista sobre todo tipo de situaciones, carecía del afán de convencer a nadie.

La segunda razón de su actitud es que le resultaba totalmente indiferente que le dieran la razón. Detestaba a ese tipo de personas que luchan a brazo partido para que los oponentes les den la razón. Creía que se trataba de una actitud caballeresca, tan anacrónica como innecesaria. Su ego era pequeñito, como su equipaje. Y así viajaba nuestro protagonista por los inciertos caminos de la vida: ligero de equipaje, con un ego diminuto, sin deber demasiados favores, sin ansiar protagonismo, en la sombra de un buen árbol en la que disfrutar del camino.

Nuestro protagonista no tenía ninguna misión, no hablaba por boca de nadie, no se sentía heredero más que de aquello que elegía, no daba consejos si no se los pedían, no obligaba a nadie a que le escuchara, vertía palabras como quien lanza mensajes en una botella. Nuestro protagonista no quería convencer a nadie. Solo quería que le dejaran tranquilo.

Àlex

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