Estimado, o no, Íñigo:
Vaya por adelantado que estoy plenamente convencido de que eres lo mejor que hay en Podemos. Y que conste que no lo digo porque hablas un catalán perfecto. Creo que eres el único que ha hecho autocrítica en tu partido y que tienes una altura intelectual muy superior a tus compañeros. Pero, antes de que esto parezca la famosa escena del señor Lobo en Pulp Fiction, déjame que te formule una petición: ¿no podrías escribir unos tuits más accesibles para la población en general? Tengo estudios superiores y me siento profundamente imbécil leyéndolos. Es como ver una película oriental en versión original sin subtítulos. Sí, ves gente que come fideos, pero no tienes ni la más remota idea de lo que se están diciendo.
De asalto al cerco. Esta expresión es tan aplicable a la política española como a La Oveja Shaun y, francamente, yo prefiero al simpático personaje de la factoría Aardman.
Primacía de la lógica plebiscitaria. No vamos bien, Íñigo. Pareces el BOE. Y del BOE no se puede esperar una prosa que entienda el común de los mortales. Tampoco te digo que escribas: “los plebiscitos molan mazo pero mola más seducir”. Sin embargo, entre la lírica errejoniana y la metafísica tuitera, debe haber un punto de encuentro.
Permear. Lo escribo y el corrector me lo marca como incorrecto. Sí, ya lo sé, el diccionario de la RAE tiene una preciosa definición: dicho de una idea o de una doctrina. Penetrar en algo o en alguien, y más específicamente en un grupo social.¿Penetrar en alguien? ¿Ahora lo llaman así?
Tengo la impresión de que cada vez hay más distancia entre la clase política y la sociedad. Unos establecen como marco de comunicación la mentira, otros la demagogia, otros el paternalismo, y Rajoy, el surrealismo. Pero, casi siempre, este humilde bloguero os escucha con la sensación de no acabar de sintonizar con vuestros mensajes. No te creas, pongo todo el empeño del mundo. Pero me sucede como con el Ulises de James Joyce: lo miras, crees que con un poco de suerte te cambiará la vida, pero cuando llevas 300 páginas empiezas a pensar que el escritor irlandés quizá hubiese necesitado permutar el alcohol por un poco de Fanta de naranja.
En fin, Íñigo, me caes bien, me iría a tomar algo contigo para charlar, pero te juro que si me hablases de permear, pensaría que lo único que quieres es cambiarle el agua a las olivas. O dar de beber al canario, como prefieras.
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