Estimado, o no, __________ (dejo el espacio en blanco por lo de la ley mordaza):
Estoy muy agradecido con esa idea de convivencia que propone pero, parafraseando al gran Eugenio: ¿hay alguien más? O, mejor dicho, ¿hay algo más? ¿Alguna posibilidad más? Es que me siento como el joven con el que el padre quiere ser superenrollado y, al final, sólo consigue broncas y/o paternalismo trasnochado. Ya sabe lo que dicen: la mejor manera de tener una relación perfecta con tus padres es no vivir bajo el mismo techo. Bueno… los palacetes adosados no cuentan.
Y es que la convivencia puede tener un problema de base: que te obliguen a vivir con alguien con quien no te apetece o en la casa en la que no te apetece. Es que entonces no es convivencia sino una obligación sin contraprestación. De alguna manera es como cuando te dan una patada en el culo y además te recriminan que das la espalda (el chistecillo era un poco más guarro pero lo he suavizado por eso de la cordialidad entre naciones y para no caer en analidades… ups, quiero decir, banalidades).
Los catalanes sabemos convivir muy bien. De hecho, las jornadas sobre convivencia duran desde 1714 y aún no nos hemos dado de baja. Sí ya lo sé… lo hemos intentado pero es que la cláusula de permanencia que nos pusieron en el 78 es más dura que la de cualquier operador de telefonía. Menos análisis de sangre y de orina nos han pedido de todo para solicitar la baja. No sé si esto es amor pero empiezo a sospechar que acabaremos todos en un plató de Tele 5 haciendo un reality show en plan “Sálvame… del Constitucional”.
Está bien que venga a Catalunya a pedir convivencia. Es muy bonito y en una película Disney sería el momento en el que la princesa cantaría un pasodoble con su rubia melena al viento pero es que yo también tengo una lista de humildes peticiones: evite que Rajoy se pete el fondo de reserva de las pensiones, dígale al susodicho que se piense lo de la reforma laboral que ha precarizado el empleo, actúe firmemente contra la corrupción sin esperar al discurso de Navidad, dígale al Tribunal Constitucional que el pobre Montesquieu hizo lo posible para separar los poderes del Estado para que los jueces no piensen que es un personaje de Ratatouille, envíele un WhatsApp al ministro de interior con una buena caca con ojos y las palabras “córtate, majo”, hable con ADIF y con AENA para que dejen de jodernos con su manía de convertir España en el negativo fotográfico de un Donut, hable con los votantes del PP y hágales saber que muchos pensamos que votar a quien te roba es raro, convenza a toda la caverna mediática fachilla de que los catalanes no hablamos en nuestra lengua para molestar, escriba un tuit con el hashtag #CatalánNoEsUnDialecto para que los ignorantes dejen de hacer el ridículo y, sobre todo, evite que las portadas de el ABC parezcan la revista Ser Padres Hoy. Ya sólo les falta regalar un calendario de ovulación con el escudo de España.
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