Ya está. Lo tengo decidido. Me voy a Legoland. Voy a solicitar asilo político en el país de los muñecos de la cabeza vacía. Ya sé que muchos opinaréis que no notaré la diferencia respecto a mi situación actual pero se trata de una decisión firme.
Quiero vivir en un país que tenga ciertos valores, que sepa diferenciar lo que es justo de lo que no lo es, con un buen sistema de creencias, que no convierta en líderes a inútiles motivados y que llene de color mis retinas. Necesito colores chillones pero que no vengan de programas televisivos con famosas histéricas, periodistas cocainómanos, concursantes de reality shows con carencias emocionales y tertulias bobaliconas. Estoy en una época de la vida en la que se me ha atragantado el blanco y negro. Sólo busco colores vivos y caras con sonrisas perennes. Estoy saturado. Ya no soporto ver cada día las mismas caras de mala hostia agarradas a la Constitución, a la bandera y a la arrogancia. Quiero ver muñecos que sonríen.
Ya sé que si pido la nacionalidad legoleña voy a tener que superar varias carencias. Seguramente la que más me preocupa es la de las manos. ¿Os habéis fijado en los muñecos de Lego? Orinar puede convertirse en un suplicio y a lo máximo que podré aspirar es a que los vasos de cubata puedan adaptarse a ese hueco redondo que generan las manos. Pero cualquier cosa es mejor que esto. Estoy dispuesto a todo tipo de sacrificios con tal de no escuchar según qué frases. Ya no me podrán decir “mira tu DNI”. Quizá los de siempre me digan “mira tu código de barras” pero ya no será lo mismo, ya no formará parte del forfait “eres español y te jodes”.
Seré ciudadano de Legoland a todos los efectos. Caminaré como Rajoy cuando persigue a su perro Rico. ¿Y qué? Compartiremos el mismo tipo de cavidad craneal. ¿Y qué? Al menos podré decir orgulloso que pertenezco a un país lleno de personajes felices, artificialmente felices, pero felices al fin y al cabo. Prefiero formar parte de una sociedad virtual, de plástico, ingenuamente dichosa que de un país en el que se vota al ladrón, al corrupto, al mentiroso y a la mala gente. Prefiero ser un muñequito ridículamente articulado que compartir nacionalidad con aquellos que maltratan la educación, la sanidad y la cultura.
Lo tengo decidido. Lo dejo todo. Quiero ser ciudadano de Legoland. Aunque las casas tengan goteras y todos mis compatriotas dibujen en su careto la misma expresión bobalicona de felicidad. Será mejor que esto. Será infinitamente mejor que ver cada día la expresión malvada de más de un ministro, escuchar los mismos discursos una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez…
Ya está. Lo mando todo a la mierda. No me busques para explicarme las historias de gloria de este país que fue un imperio y ahora es un solar de ideologías, que ya sólo grita goles y únicamente se pone de acuerdo una vez al año para comer las uvas al mismo tiempo. Me voy con los muñequitos de Lego. Aprenderé a caminar sin rodillas y a mear con mi supermano cubatera. Adiós, país. Todo para vosotros.
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