Seguir soñando, ¿no?

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Hay un segundo que separa el sueño de la vigilia. Supongo que lo has vivido más de una vez, quizá lo vivas cada día aunque no lo recuerdes siempre. Deberíamos encontrar un nombre para ese segundo en el que estás lo suficientemente dormido como para soñar y lo suficientemente despierto como para controlar el hilo narrativo de tu sueño. Es un segundo de auténtico privilegio. No has perdido la capacidad para soñar, tu mente está plenamente activada en otras posibilidades, en otros mundos que se alejan de la realidad. Sin embargo, en ese segundo eres el dueño del relato. Puedes decidir hacia dónde quieres que se dirija tu aventura. Puedes, incluso, provocar un encadenamiento de sucesos para que tu sueño acabe bien. Porque siempre quieres que los sueños acaben bien, ¿no? Las peores pesadillas son las reales. Los monstruos tienen el potencial de hacerse tangibles. Y a ellos no los puedes controlar. Están ahí para recordarte que las cosas no resultan fáciles y que cuando has nacido donde has nacido y te han lanzado a la vida sin posibilidad de escape, los monstruos sólo huyen en los sueños. Por eso, hoy necesito vivir ese segundo que separa el sueño de la vigilia. Un segundo sin nombre pero, aún así, poderoso.

Algunos han decidido que los sueños son otros, que los tuyos no son los suyos o que algo sobra en una ecuación imposible. Algunos han decidido que los sueños colectivos deben pertenecer a un lugar irreal en el que las coordenadas de realidad se antojan imposibles. Por eso te pido que cierres los ojos… déjate llevar, espera a ese segundo que separa el sueño de la vigilia y entonces, sólo entonces, sin abrir los párpados, antes de que la luz te muestre una realidad que a veces nos regala el peor rostro, estires el brazo para saber si a tu lado hay alguien que también vive ese segundo… sin nombre… pero, aún así, mágico.

Seguir soñando despiertos, ¿no? ¿Qué otra posibilidad tenemos?

Àlex

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