El ejército no forma parte de la oferta académica

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No, y mil veces no. El ejercito no es una escuela, ni una universidad, ni una academia de idiomas. Si a algo es equiparable un ejército es a una empresa (pública, pero empresa. Como TVE, por poner un ejemplo). Por lo tanto, no debe estar en el Saló de l’Ensenyament. Dice el Ministro de Defensa que el ejército forma a los jóvenes. Pues como cualquier empresa hace con sus trabajadores. También McDonald’s, Starbucks o Zara dan formación a sus trabajadores y yo no he visto stands de McDonald’s, Starbucks o Zara en el Saló de l’Ensenyament. El argumento del Ministro es tan pobre que, por la misma regla de tres, la presencia del Ejército debería ser normal en Alimentaria, porque da de comer; en el Salón de l’Automóvil, porque tiene vehículos; en el Salón del Turismo porque los soldados viajan en misiones internacionales y en el Salón Erótico porque… bueno, en este… quizá no… o sí.

En todo caso, repito, el ejército no forma parte de la amplia oferta académica que ofrece Catalunya. De hecho, las sesiones teóricas más patéticas y que me causaron más vergüenza ajena las recibí en mi año de mili. Los peores valores que me intentaron inculcar, los recibí en la mili. Las prácticas profesionales más incalificables, las vi en mi contacto con el Ejército. El pater (capitán sacerdote) de mi cuartel llegaba muchos días a las tres y cuatro de la mañana y no creo que fuese por rezar (ya que su presencia era conocida en los bares de copas de la zona), yo era el encargado de llevar sus fotografías personales a revelar a la ya desaparecida Arpí de las Rambles (pagando el ejército, ergo el Estado, ergo tú y yo, claro), vi a tenientes durmiendo en los sofás de la residencia de oficiales a las doce del mediodía, a un sargento le pillaron masturbándose en el cuerpo de guardia (el sargento cascas, le llamaban) y muchos mandos se pasaban horas y horas en el bar del cuartel a falta de algo mejor que hacer. Si algo me enseñó el ejército es esa particular idea de justicia castrense que imparte. Hubo un robo y nos arrestaron a todos porque no sabían quién era el culpable. Me pusieron un arma en las manos y me enseñaron a matar. No, lo siento por aquellos a los que se les llena la boca con palabras como patriotismo, disciplina, orden y todos esos eufemismos. El ejército es absolutamente equiparable a una empresa y, en consecuencia, no hay ni una sola razón que justifique su presencia en el Saló de l’Ensenyament. Y, si quiere captar jóvenes, que ofrezca una carrera atractiva y bien remunerada. Porque si los requisitos mínimos para entrar son, entre otros, medir más de 1,55 metros y menos de 2,03 (por lo menos, el 90% de la población), haber realizado dos cursos de la ESO (ni siquiera haberla acabado), no tener antecedentes penales (lo cual complica que muchos políticos se incorporen a sus filas, eso sí) y ser español (o de Argentina, Bolivia, Costa Rica, Colombia, Chile, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Guinea Ecuatorial, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay o Venezuela) es que la oferta profesional no acaba de ser atractiva para los jóvenes. O si no, ¿por qué el empeño en estar presentes en el Saló de l’Ensenyament? Si esa maravillosa formación fuese como afirma el ministro, les lloverían las demandas para entrar porque los requisitos de acceso no son especialmente difíciles. Eso sí, una vez fuera del Saló de l’Ensenyament, lo único que le pido al ejército es que no haga telemarketing.

Àlex

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