Al final resultará que esto de ser español tiene un valor. Y lo dice un independentista convencido. Al menos, resulta un chollo para los blogueros. No me imagino vivir en Dinamarca y no poder escribir sobre la corrupción. ¡Qué aburrimiento! Quizá podría escribir cartas del tipo: “estimado, o no, ministro de interior, he leído que hoy has usado una bolsa del supermercado para tirar la basura”. Y es que Dinamarca es el país de Europa con el índice de percepción de la corrupción más bajo. Allí, que un político no baje la tapa del inodoro debe ser motivo de dimisión y más, si dice que normalmente es Marcelo, su ángel de la guarda, el responsable de hacerlo. Y ya no hablemos de la transparencia. Finlandia es el país más transparente en la gestión política. No sé si es el frío, la aurora boreal o a la acción social de Papá Noel pero allí montas una delegación del PP o del PSOE y te meten en un iglú hasta que te transformes en Leonardo Di Caprio al final de “Titanic”.
Aquí, en cambio, tenemos un presidente del gobierno que padece más desorientación mental que una brújula en un congreso de imanes, comunidades autónomas que tienen casos de corrupción en 35 de sus 45 municipios, estaciones de AVE con menos usuarios que una página porno para ornitorrincos y una reina que usa expresiones tan y tan monárquicas como “un beso compi yogui” dirigida a un “patriota” que se gastó 34.800 euros con su preciosa tarjeta black. ¿Que no mola ser español? ¡No me digáis que no es divertido! No me digáis que no os sentís orgullosos cuando en el extranjero os preguntan: “where are you from?” y vosotros respondéis “I’m a citizen of the world” o “I’m from Barcelona… yeah… Messi, Messi”.
En fin, si pudiera trasladarme en el tiempo, me iría al siglo XVIII y a Francia. Hablo de la Revolución Francesa. ¿Os imagináis el WhatsApp entonces?
Oye, nos conocemos, nos queremos, nos respetamos pero la guillotina déjala allí un poco más lejos que me acabo de hacer la permanente. Un beso compi yogui (miss you).
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