Hay días para no olvidar #27S

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Hay una época en la vida en la que decides ser rebelde. Ya han tomado demasiadas decisiones por ti, ya han firmado en tu nombre muchos futuros que has visto pasar delante de tus narices como trenes que nunca se detienen. El desengaño, la frustración, la sensación de que ya nadie cuenta contigo te han transformado en un ser gris que vive en una zona de confort ideal para adultos que han traicionado al joven que fueron. Pero, justo en esa época en la que todo parece perdido, te das cuenta que dentro sigue habitando un inconformista.

Hay meses en los que te apetece quemarlo todo, arrinconar aquello que has creído ser, empaparlo con gasolina y ver cómo tu pasado dibuja llamaradas alimentándose con el oxígeno de la ventana que acabas de abrir. Y cuando la oscuridad danza al ritmo de la hoguera, ves proyectada en las paredes los fantasmas que te han acechado en los últimos años, que a ti te parecen siglos.

Hay días en los que necesitas tirar viejos trastos a la basura para amueblar mejor el lugar en el que vives. Ocupan espacio, te limitan movimientos, te aíslan en un territorio que se te antoja pequeño y, por eso, lo mejor es deshacerte de aquello que ya no cumple ninguna función.

Hay instantes que te pertenecen, que son tuyos y de nadie más. Instantes que te hacen libre y que, por fin, iluminan con fuerza las decisiones que tú has tomado.

Hay días para vivirlos, para recordarlos, para disfrutarlos como hierba fresca bajo los pies.

Hay días que llevan tu nombre.

Hay días que despiertan aquello que durmió.

Hay días para no olvidar.

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