A un destinatario desconocido:
He empezado esta carta de una manera diferente. Hoy no habrá el clásico “estimado, o no”. La principal razón es que no quiero personalizar el mensaje, ni tampoco generalizarlo. Me dirijo a ti, lector, de aquí o de allá, del extrarradio o de la zona alta, del sí o del no, que has llegado a este artículo por razones que se escapan a mis conocimientos. Sé que lo que leerás a continuación te puede plantear objeciones, matices, aburrimiento o la sensación de que alguien ya te lo ha explicado antes. Si es así, lo siento. En todo caso, piensa que este blog es gratis y que puedes encontrar miles de páginas web o blogs que te provoquen una mayor sensación de placer intelectual.
Quien haya leído antes este blog sabe perfectamente las fuerzas que me llevan a mantenerlo vivo: pasión por la escritura y una idea de país que no se corresponde con el que vivo ahora. No pretendo convencer a nadie. No vendo nada. No tengo ningún beneficio económico al escribir estas palabras. Simplemente traslado mi forma única y particular de ver el mundo. Y digo, única y particular, porque todos, absolutamente todos, tenemos una visión única y particular, no porque sea mejor que la tuya.
¿Y por qué todo este rollo? Porque hoy hablaré bien de los que tiene una visión de país diferente de la mía.
Estos últimos años hemos vivido unas diadas excepcionales, maravillosas. Creo que se ha de ser muy ciego para no darse cuenta de muchas cosas. Por ejemplo, de la impresionante capacidad de organización de la sociedad civil (con la ANC y Òmnium Cultural a la cabeza) o de que han sido manifestaciones familiares, festivas y, sobre todo, pacíficas. Y es aquí donde quiero valorar el papel, hasta el momento, de quienes no están de acuerdo con la independencia de Catalunya. Todos sabemos que la tentación puede estar allí, que sabotear este tipo de actos es una posibilidad para algunos y que siempre existe un riesgo de confrontación. Pero todo ha transcurrido sin incidentes. Y por eso, precisamente, creo tanto en mi nación (y espero que futuro Estado). Porque creo que la sociedad catalana es, con sus defectos, una sociedad madura, concienciada en temas políticos, sensible socialmente y con una vida asociativa y una idea de colectividad que debería ser la envidia de muchos de los que se llaman a sí mismos demócratas. ¿Fractura social? Ni de broma. Eso sí, cruzo los dedos para que todo se decida en las urnas. Paz. Tranquilidad. Respeto. Denunciemos lo que creamos injusto, reivindiquemos nuestras ideas, utilicemos la ironía y el sarcasmo, pero… KEEP CALM AND REMEMBER TO SMILE.
Siento si he generalizado. Ya sé que hay profesionales del insulto, aquí y allá, pero hoy no hablo de ellos. Hoy no me apetece.
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