Aznar: el mediocre motivado

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Lo peor que le puede suceder a un mediocre es estar motivado. Si a eso se le suman seguidores que le ríen las gracias, el resultado puede ser catastrófico. Y es que vivimos unos tiempos extraños. No se trata sólo de la corrupción. Es algo mucho más profundo. Vivimos una enorme crisis de líderes. El norte sigue ahí, esperando que alguien lo encuentre. Lo que nos falta son brújulas.

La dialéctica comunismo-capitalismo es ya un concepto superado. Ningún modelo garantiza la justicia social o la igualdad de oportunidades. Más allá de la falta de libertades de unos o el salvaje neoliberalismo de otros, se echa de menos una nueva concepción de un mundo algo más justo. Es ahí donde son necesarios los grandes pensadores, valientes, visionarios, capaces de revolucionar de forma pacífica las miradas de los colectivos a los que se dirigen.

Por eso, cada vez que veo fotografías de personajes como Aznar, no puedo sino sentirme enormemente decepcionado con lo que una vez fue un país que quería ser mayor y que ahora se deja engatusar por cualquier inútil motivado. Si Shakespeare levantara la cabeza y viera en lo que se ha convertido el poder (y no sólo en España), transformaría “Ricardo III”, “Macbeth” o “El rey Lear” en una especie de tragicomedia patética donde los reyes serían bufones y estos los denunciarían por competencia desleal.

¿En qué momento de su existencia Aznar ha llegado a la conclusión de que tiene un lugar en el mundo del pensamiento moderno? ¿Cuándo se cayó del caballo y se sintió llamado a seguir los pasos de los grandes filósofos que todos estudiamos en el instituto? ¿Fue en el balcón de la calle Génova en 1996 o, antes, cuando sobrevivió a un atentado de ETA? Pueden parecer preguntas propias de un docudrama barato de televisión, pero me sigue intrigando la capacidad que este dinosaurio tiene para creer que habla en eco, que sus palabras se escriben en piedra, como si fuera un personaje de “El señor de los anillos”.

En la magnífica película de Orson Welles, “Ciudadano Kane”, sabemos que el protagonista lo que de verdad había echado de menos durante toda su vida era un pequeño trineo con el que jugaba cuando era un niño. Después de haber conspirado contra todo y contra todos, Ricardo III reclama un caballo para seguir alimentando sus sueños de grandeza. Algún día sabremos lo que se esconde detrás de ese mediocre líder con ínfulas de filósofo salvapatrias que llevó a España a la peor de las burbujas inmobiliarias y a una guerra ilegal. Espero que sólo sea eso, mediocridad. Y que esta mediocridad no le impulse de nuevo a hacerse un hueco en la Historia de nuestros próximos vecinos.

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