Estimada, o no, ministra:
Como dirían esos famosos letreros que todos hemos visto alguna vez en el metro: “es triste de pedir, pero más triste es de robar”. Y es que soy consciente de mi condición de catalán. Lo siento. Pido perdón por existir. Mira que hay sitios en el mundo en los que podía haber nacido. Ya es mala suerte. Con lo bonito que habría sido nacer en Quintanilla de Onésimo. Con su iglesia, su plaza, su fuente… Me imagino al niño Aznar correteando por las calles con un libro de Schopenhauer y me entra un no sé qué. Espera, espera… me voy a poner a llorar.
Por eso ya no quiero robarles más a los españoles. Yo lo que quiero es que me adopte un extremeño. Sí, sí, tal como te lo digo. Quiero que me adopte un señor de Badajoz. Ah, y que conste que no lo digo para alimentar el debate interterritorial. Nada más lejos de mi intención. He leído que allí tienen autovías gratuitas, que bajan los impuestos y que los políticos son los putos amos del universo. Por eso, quiero que me adopte un extremeño. Prometo renunciar a mis orígenes. Dejaré de ser culer. Ya está. Lo tengo decidido. ¿Messi? Un tuercebotas. Ya no escucharé más a Blaumut. Prometo comprarme la discografía completa de Los Chunguitos. Bueno, no sé si son la mejor referencia ahora. Eso sí, prometo que se me olvidará por completo hablar en catalán. Eso te molaría, pillina. En definitiva, no quiero que ningún español se sienta mal por mantenerme a distancia. Ya que me mantienen, que el roce haga el cariño. Quién sabe, quizá es el principio de una hermosa amistad.
PD: existe otra posibilidad para que los españoles dejen de mantenernos. Se le llama independencia de Catalunya. ¿La habéis contemplado? Si es así, quizá me olvide de estas ansias que tengo de que me adopte un señor con bigote de Extremadura. Bueno… en fin, te envío un whatsapp y lo hablamos. Ah, por cierto. Me has de dar el teléfono de tu peluquero.
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