Estimado, o no, amante pesado:
No me quieras tanto. Tu amor me agota. Sé que te esfuerzas mucho cuando intentas pronunciar la palabra “seny” en esos momentos en que me exiges que lo tenga. Por mi parte, te he de decir que me muerdo la lengua, cuando no dices “seny”, sino “seni”. No te lo reprocho. Yo tampoco sé pronunciar correctamente las palabras esternocleidomastoideo, desoxirribonucleico i ácido acetilsalicílico. Especialmente con la boca llena de polvorones. Por eso, evito pronunciarlas para demostrar mi afecto por el castellano y así atribuirme el rol de “catalán_indepe_pero_empático_con
la_cultura_española_y_olé”. Más que nada porque no creo que deba demostrarlo (se puede ser catalán_indepe y, además, empático con cualquier cultura) y porque de tanta demagogia se me pondría cara de Rosa Díez.
Tampoco me quejo cuando buscas en tu árbol genealógico algún pariente lejano que vivió en Catalunya para demostrarme tu afecto incondicional. No, no me quejo. Sin embargo, ya va siendo hora de que sepas que esos ejercicios de memoria retrospectiva (perdón por el pleonasmo) me tocan bastante lo que vendrían a ser los testículos. ¿Por qué?, te estarás preguntando. Porque me resultan tan falsos como el inglés de Ana Botella. Do you know what I mean?
Y no, no me gusta que cites a Martí i Pol, a Maragall o a Espriu. Yo también sabría teclear en el Google las palabras “frases célebres de azerbaiyanos” si quisiese caer bien a un ciudadano de Azerbaiyán. Me saldría alguna cita de Gary Casparov e incluso podría dar la impresión que me interesa el ajedrez. Cuando, en realidad, del ajedrez sólo me interesan las damas (y si no tienen un novio alfil que me pueda partir la cara).
Por descontado, tampoco me gusta que me cojas en brazos para darme lecciones morales de ningún tipo. Tu paternalismo de película cutre de sábado por la tarde me provoca frigidez intelectual. Tampoco soporto el autoritarismo trasnochado, ni las verdades absolutas que murieron en el feudalismo, ni los aromas de colonialismos. La única colonia que soporto es el Nenuco. Sobre todo cuando enmascara el aroma de un pañal que necesita ser cambiado. Que, tal como dijo aquél, suele ser por la misma razón por la que necesita ser cambiado un político.
En definitiva, amante pesado. No me quieras tanto. Déjame espacio. Que corra el aire entre tú y yo. Que la distancia demuestre si nos echamos o no de menos. Que tu amor sea, como mínimo, equivalente a mis sueños de libertad. Qué menos si me quieres tanto. ¿No?
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