Rockeros insurgentes.
Miradas divergentes.
Músicos de otras tierras
bajo un cielo decadente.
Veteranos de guerra
describiendo mil batallas.
Generales jubilados
dando brillo a sus medallas.
En mi ciudad,
la huida es la verdad.
Cabezas rapadas,
rellenos de cerveza.
Mendigos sin rentas.
Su vida en las aceras.
Mujeres de alquiler.
Cuerpos en venta.
En mi ciudad,
el alma es de metal.
Patriotas con banderas
usurpando mil fronteras.
Maridos divorciados
cocinando congelados.
Y en cada hogar,
paredes nada más.
Ascensores al cielo.
Subterráneos al infierno.
Asfalto y hierro.
Hormigón y cemento.
Callejones malolientes.
Avenidas del desierto.
En mi ciudad,
lo verde está de más.
Piratas a sueldo.
Suicidas sin remedio.
Discursos de otros tiempos
manifiestan su recelo.
Robinsones urbanos.
Sotanas y tejanos.
Poetas capturados
en versos malgastados.
En mi ciudad,
el silencio es natural.
Viajeros de hotel.
Muñecos arrogantes.
Niños de papel
jugando a ser valientes.
Niñas con espinas.
Rosas entre adolescentes.
Fachadas de cristal.
Semáforos en rojo.
Y en una pared escritas
cientos de frases malditas.
En mi ciudad,
aprendes a disimular.
Pirados delirantes.
Ancianos despistados.
Prisioneros de un atasco
maldiciendo su fracaso.
Borrachos inconscientes.
Policías de paisano.
Traficantes de sueños
que venden polvo blanco.
Y al final,
tu vida es la ciudad.
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